La exconcejala chivilcoyana escribió una columna de opinión donde abogó por la liberación de Lula. "Decir Lula Livre es tener conciencia de la historia de la región, de que la división internacional del trabajo nos sigue manteniendo atrás de la raya del desarrollo, y de que por desarrollo nos han hecho creer que éste no es posible sin la entrega de soberanía política y económica", detalló.
Hoy muchxs nos hacemos eco de distinto modo de la consigna Lula Livre, y está muy bien.
Porque decir Lula Livre es tener conciencia de la historia de la región, de que la división internacional del trabajo nos sigue manteniendo atrás de la raya del desarrollo, y de que por desarrollo nos han hecho creer que éste no es posible sin la entrega de soberanía política y económica.
Decir Lula Livre significa que nos sabemos latinoamericanxs antes que argentinxs, pertenecientes a esas regiones del mundo, dónde como dice Eduardo Galeano, “Nuestra pobreza es fruto de nuestra riqueza”.
Decir Lula Livre es entender que no habrá descolonización posible si no alcanzamos la despatriarcalización de la política.
Y nuestrxs líderes latinoamericanistas lo han dejado claro: nos han hablado siempre de su finitud, de su acotada humanidad, de la imperiosa necesidad de que entendamos que debemos asumir cada unxs de nosotrxs nuestros propios liderazgos, para defender no a sus personas, no a los íconos que de ellos hicimos, sino a un proyecto de salvación humanitaria de la región y otras partes del mundo que padecen los mismos males.
Sin embargo, tanto Lula como Cristina parecen no ser entendidxs o escuchadxs por una muchedumbre ensordecida de miedo y desamparo.
Y ellxs nos dicen, que no importa lo que les pase, porque viven sus ideas en nuestros corazones con la esperanza de no haber dejado, como dejaron, la mayor parte de sus vidas de lucha marchitarse tal vez no sólo Lula en una celda infame a la que la moda del lawfare o terrorismo judicial les ha condenado.
El lawfare sólo es posible porque las prácticas políticas de las derechas de todos los tiempos, lograron corromper los modos de construcción de los frentes populares de principios del siglo XXI.
Las derechas de todos los tiempos nos escriben la agenda que debemos discutir cada día por los medios y nos inoculan sin que nos demos cuenta, los modos de hacer política que desde el campo popular solemos definir como eficaces.
Seguiremos enterrando Dilmas, Lulas y Cristinas si desde algún lugar creemos que si acaso tuviéramos nuestro propio Durán Barba, que si lográramos revertir el blindaje mediático, que si no nos machacaran a despojo cada día con una nueva afrenta tarifaria, acaso podríamos estar en condiciones de recuperar el poder perdido para proteger los destinos de la Matria y sus hijxs más vulnerables.
Pero es mentira.
Basta con escuchar a Lula para saber que es mentira.
Basta observar las respuestas del pueblo brasilero para darse cuenta que si nuestras prácticas políticas no estuviesen contaminadas de la modernidad propia de las nuevas lógicas imperialistas, seríamos lo suficientemente distintxs como para ser distinguidxs del conjunto y poder así capturar a ese sector del electorado decepcionado.
Pero el asunto es que la batalla más cruel que nos han ganado es la de arrasarnos la esencia popular de nuestras construcciones.
Hace mucho que digo esto, hace mucho que exhorto a la recuperación de unidades básicas, comités, ateneos y todo tipo de espacios de construcción colectiva de posibilidades.
Pero la gente no siente deseos de salir de su casa, se conforma con algún posteo en las redes sociales para sentir que vive en estado de asamblea permanente.
Y cuando no lo hace, cuando osa atravesar las paredes de los espacios políticos por tradición populares, los encuentra desarticulados o cooptados por pequeños grupos de dirigentes que señalan como traidorxs a quienes llevan a esos lugares el debate.
En los años en que Lula era un simple sindicalista, en los 60, en los 70, las cosas eran tan distintas, que hacían falta las dictaduras y tenían que salir a matarnos porque la capacidad de organización y la proliferación de liderazgos eran proporcionales.
Hoy la derecha ha conseguido mantenernos con la jeta pegada a cualquier pantalla deseando un estilo de vida que nos roba a cada paso, y quien se aviva y se sale del juego no encuentra entonces dónde arribar con sus inquietudes, porque los espacios del campo popular también están saqueados y colonizados.
No habrá más Lulas, ni Dilmas, ni Evos, ni Néstor, ni Cristinas si no asumimos cada unx de nosotrxs nuestrxs propios liderazgos es los espacios dónde sabemos que sabemos que es lo que hay que hacer, nos enfocamos y nos organizamos.
Si seguimos creyendo que los “sellos políticos” de por sí nos garantizarán algo, yo estoy segura en este aquí y ahora que allí sólo se reservan oportunidades de participación y desarrollo para nuevas elites de poder capaces de negociar con las nuevas lógicas coloniales de toda la vida, y eso sólo supone nuestra entrega.
Decir Lula Livre es decir participación directa, promoción de liderazgos permanentes, eliminación de pisa brotes de las filas de la construcción política.
No hubiese habido un Lula en Brasil ni una Cristina en Argentina, si lxs pisa brotes no hubiesen sido vencidxs en muchas oportunidades.
Decir Lula Livre es exigir un modo de restaurar el orden cuya capacidad creativa de lxs participantes, capture el interés de una sociedad dormida, por fuerza de la diferenciación de las prácticas de las clases dominantes.