Parece mentira que dirigentes que durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner cuparon cargos importantes en la conducción del país, y jamás se permitieron plantear diferencia alguna, hoy son críticos de la ex presidenta, desestiman una posible candidatura suya y, lo que es más, hasta se animan a dar por concluida su etapa política.

Frente a esta postura, la contrapartida está dada en la poca o esporádica crítica a las políticas del gobierno de Macri-UCR que ha vuelto a concentrar el ingreso, agrandando la desigualdad social, creando más pobreza y empujando a vastos sectores a la marginalidad, o la falta de debate frente  a la posición del algunos gobernadores y grupos de diputados y senadores  que llegaron por el FPV y hoy acompañan iniciativas del gobierno, sin reparar en las que afectará a futuro la soberanía para poder revertirlas como el acuerdo con los fondos buitres, la engañosa ley de reparación histórica para los jubilados, el vergonzoso blanqueo de capitales o la manoseada ley de ganancias.

El debate hoy es si vamos a asumir la responsabilidad de ser oposición y, con humildad e inteligencia, le planteamos a los miles de hombres y mujeres que sufren, un proyecto de país basado en el trabajo digno, la inclusión, la igualdad ante la ley, la reconstrucción de la patria, etc.

Eso no se logrará dándole señales al gobierno de acompañamiento automático, eso no ayuda a la gobernabilidad, por el contrario, nos hace cómplices de esas políticas y sus efectos.

Es hora de reconocer cuál es la representatividad individual y partidaria y luego ver si estamos en condiciones de vetar compañeros y mucho menos a dirigente como Cristina Fernández de Kirchner que es visualizada, en todas las encuestas, como la referente popular con más apoyo.